Las islas son auténticos laboratorios
donde la vida ensaya nuevas fórmulas y Canarias contiene por ello un alto número de
especies exclusivas. Un patrimonio biológico que resultaría irresponsable perder, si
bien resulta muy poco visible. A las estrategias evasivas, miméticas y de latencia que
siguen muchas especies, se suma nuestra condición de animales terrestres y urbanos. No
coincidimos con ellos, pero están ahí.
Sin embargo, el siglo XX se ha traducido en la Isla en un crecimiento demográfico y
despliegue de tecnologías de tal calibre, especialmente en transporte, que la presencia,
instalaciones y actividades humanas alcanzan casi todo rincón y época del año,
cubriendo peligrosamente los llamados Cuatro Jinetes del Apocalipsis Ambiental que amenaza
la biodiversidad (Vid Delibes,M., 2001, que cita Diamond, 1998):
1.- Caza y recolección: Aunque las actuales normativas pueden ayudar, el
plano ofrece una mayor biodiversidad en el área del Risco de Famara, que sigue siendo de
difícil acceso a humanos y cabras. Y hoy hay muchos más humanos y embarcaciones capaces
de llegar a los islotes, por ejemplo.
2.- Destrucción o fragmentación del hábitat: Edificaciones, pisoteo o
contaminaciones son ejemplos de destrucción de hábitats. Más sutil resulta la
fragmentación del territorio mediante infraestructuras que interrumpen la vida silvestre,
ejemplo de lo cual son los animales atropellados en las carreteras, o las actuaciones
contrarias a las corrientes marinas costeras, y al jable.
3.- Introducción de especies foráneas: sin contarnos a nosotros mismos,
cabras, ratas, conejos o gatos son especialmente dañinos al actuar sobre la flora y fauna
insular original, que nunca tuvo que defenderse de tan eficientes dientes o garras. El
insuficiente control sobre el tráfico de mercancías posibilita la introducción de
nuevas plagas y enfermedades.
4.- Extinciones en cadena: Dadas las relaciones entre especies existentes en todo
ecosistema, por definición, la pérdida de una especie arrastra a otras. La propia
desaparición de la agricultura y ganadería tradicional ha supuesto una importante
disminución de alimento y agua disponible para las especies silvestres de los áridos
campos lanzaroteños.
|